Por Marcos Díaz, académico del Departamento de Ingeniería Eléctrica de la FCFM-U. de Chile, coordinador del Laboratorio de Exploración Espacial y Planetaria (SPEL) de la Universidad de Chile e investigador del Centro de Excelencia en Astrofísica y Tecnologías Afines (CATA).
¿Sería sensato decirle a nuestras hijas e hijos que no aprendieran a leer? ¿Sería aconsejable transmitir el mensaje de que leer es una habilidad que otras personas aprendieron hace ya mucho tiempo y que no vale la pena el esfuerzo? Y si les dijéramos que no es claro que ganaríamos nosotros los padres (inversores) si gastamos tiempo y esfuerzo en enseñarles a leer a nuestra descendencia. Qué tal si le dijéramos que es más rápido y requiere menos esfuerzo si le pagan 100 pesos por cada hoja leída o escrita a otra persona incauta que esté dispuesta a leerles por este ridículo precio o a un sistema digital automatizado.
Hagamos pues un cálculo rápido de cuánto nos costaría no tener esta habilidad. Si uno tiene este tipo de razonamiento de seguro no será un gran lector o escritor, por lo que se pueden hacer estimaciones de cuánto podría gastar a lo largo de la vida pagando por que le lean o escriban 3 páginas diarias. Así 3 páginas diarias (de correos, cuentas, contratos, etc.) a 100 pesos diarios, serían unos $9.000 pesos mensuales, es decir, más o menos lo que cuesta una suscripción mensual promedio de Netflix. Si este valor lo llevamos a unos 80 años, que es más o menos la esperanza de vida en Chile, sería unos 9 millones por dicho período, por lo que pareciera ser que estamos haciendo un mal negocio con aprender a leer y escribir.
La mayoría de nosotros enviamos a nuestras hijas e hijos a la escuela y esperamos que aprendan ciertas habilidades, entre ellas, leer. Aunque no tenemos certeza de cuándo y cómo dará sus réditos, lo hacemos porque tenemos claridad que no entregar esta habilidad puede significar condenar a nuestra descendencia a la pobreza y aunque los números de un cálculo rápido pudieran decirnos que es un despropósito aprender a leer, muchos de nosotros hacemos ese esfuerzo para que ellos se desarrollen.
Lo bueno es que una especie de intuición o sabiduría ha ido primando históricamente en muchos grupos familiares que se ha impuesto por sobre cálculos economicistas sobre simplificados. En esta sabiduría hay generosidad pues la generación a cargo (los padres y/o tutores) se sacrifican por el bienestar de la nueva generación. Aunque también intuyen que tener una hija o un hijo con dificultades económicas podría repercutir en su vejez. Pero los tutores tienen claro que el camino es la inversión en ciertas habilidades a pesar de la incerteza. Pues el camino de no saber leer es casi seguro que traerá pobreza a quien carece de esta habilidad además de condenarlos a la dependencia de quién sepa leer. Es por esta sabiduría que muchos de los grupos familiares hacen muchos esfuerzos para invertir en la educación de sus integrantes más jóvenes.
Este razonamiento puede ser usado para explicar por qué los países deben pensar no solo de forma económica sino que también de forma estratégica aunque se perciba como algo más bien intuitivo. En la era de la información y el conocimiento, los países que no invierten y aprenden habilidades científica-técnicas (saber leer) quedan usualmente en la pobreza y dependientes de aquellos que manejan estas habilidades. Es clave desarrollar estas habilidades aunque otras naciones ya tengan estas habilidades hace mucho tiempo, y puedan ofrecernos estas habilidades como servicio.
En el ámbito particular de la astronomía, uno puede preguntarse por qué los países desarrollados invierten miles de millones de dólares en tecnología que pareciera tan poco fructífera económicamente como mirar el universo. ¿Será que son derrochadores y que gastan recursos en cosas que son lujos? ¿Será que cuando uno se enriquece puede darse este tipo de excentricidades? Lo que podemos intuir es que los desafíos científicos de alto nivel como los instrumentos astronómicos, no son lujos, son los ejercicios que permiten formar a las nuevas generaciones y generar nuevas capacidades tecnológicas, que tarde o temprano pueden dar ventajas tecnológicas a sus desarrolladores. Es el ejercicio (escuela) en la que se “aprende a leer”. Así los países con algún grado de visión estratégica, al igual que las familias, hacen esfuerzos significativos para desarrollar sus capacidades (aprender a leer por sí mismos) y las misiones científicas son las que desarrollan estas habilidades.
Chile es un país extremadamente fuerte en astronomía, que no es algo puramente científico, el desarrollo de los instrumentos astronómicos, pueden tener varias aplicaciones en un área hoy por hoy muy boyante como la exploración y utilización del espacio. Si Chile se decide puede potenciar el desarrollo de tecnología para la astronomía que puede también servir como servicios para otros países en el ámbito espacial, como el seguimiento de trayectorias satelitales para prevenir colisiones, para bajada de datos (comunicaciones de radio y ópticas), desarrollo de satélites, y varias otras.
Apelamos a la sabiduría popular para que nos guíe como país para invertir decididamente en ciencia y tecnología, capacidades hoy por hoy tan básicas a nivel país como leer a nivel personal. Pues la falta de visión e inversión en estas áreas podría condenarnos en los años por venir a la pobreza y la dependencia. Trabajemos juntos para enseñarles a nuestros hijas e hijos a leer.